En el comienzo, el universo era una masa arremolinada de caos encerrada en un huevo enorme. Durmiendo y creciendo dentro, durante dieciocho mil años, estaba el gigante Pan Gu.
Cuando el huevo llego a ser demasiado pequeño para él, se dio cuenta de que estaba atrapado en la oscuridad y, con su hacha gigante, rompió el huevo en dos.
Las partes ligeras y claras del huevo ascendieron para formar el Cielo (yang), mientras que las partes más pesadas y densas descendieron para formar la Tierra (yin).
Para evitar que el Cielo y la Tierra se volvieran a unir en el caos, Pan Gu se interpuso entre ellos y los sostuvo separados creciendo constantemente para mantenerlos alejados.
Sostuvo el Cielo y la Tierra durante dieciocho mil años hasta que finalmente se fijaron en su lugar. Luego se acostó y cuando llegó su final, el cuerpo de Pan Gu se convirtió en los elementos que conforman el mundo natural:
- Su aliento se convirtió en el viento y las nubes.
- Su voz en el trueno.
- Su ojo izquierdo en el sol y el derecho en la luna.
- Su cabello y barba en las estrellas y la Vía Láctea.
- Su sangre en ríos y océanos.
- Sus huesos en montañas y minerales.
- Su piel y vello en árboles y vegetación.
- Su sudor en la lluvia.
- Las pulgas y parásitos de su cuerpo se convirtieron en los seres humanos.
Aunque el mito de Pan Gu no aparece en los textos clásicos daoístas más antiguos (como el Dao De Jing o el Zhuangzi), sí refleja ideas fundamentales del daoísmo, especialmente la noción de la transformación constante y la armonía entre yin y yang. Pan Gu no es un dios creador en el sentido occidental, sino más bien un principio cósmico que surge el caos primordial (hundun 混沌) y se manifiesta en el proceso natural del Dao (道), donde la existencia surge del vacío (wuji 無極) y se organiza a través del yin y el yang.
El mito también muestra la idea de que la naturaleza y el ser humano son una misma cosa, ya que el cuerpo de Pan Gu se convierte en el mundo que habitamos. Esta visión se alinea con la filosofía daoísta de vivir en armonía con la naturaleza y comprender que todos los seres están interconectados dentro del flujo del Dao.
Los elementos de esta historia se aplican universalmente siempre que se activan procesos creativos y transformadores. Esta puede interpretarse como una metáfora del proceso de curación transformacional, el proceso a través del cual una forma particular de ser, un estado psicológico o un sistema energético, se disuelve y se reorganiza para dar paso a una nueva realidad más equilibrada y armoniosa, y de mayor calidad y complejidad.
Sobre el autor:

David Quiroga
Estudio, experimento y escribo, intentando siempre seguir este orden. Explorador del equilibrio entre el cuerpo físico, energético y espiritual, con años de experiencia en terapias tradicionales. Practicante de artes marciales y técnicas de meditación asiáticas, encuentro en la naturaleza y la montaña mi refugio e inspiración.