Cuando contemplamos la naturaleza, rara vez percibimos la batalla constante que se libra para obtener el alimento. Esta lucha se recrudece en los periodos de escasez como el invierno, cuando los días son más cortos, y cada amanecer es el comienzo de una cuenta regresiva implacable hacia la supervivencia o la desaparición. La búsqueda de alimento se convierte en una carrera contrarreloj. Mientras que algunas especies optan por reducir su actividad mediante estrategias como la hibernación, otras no tienen más opción que enfrentarse directamente al clima inclemente y a la competencia feroz por recursos limitados.
Aunque en la actualidad esto pueda parecer lejano para nosotros, la realidad es que nuestros cerebros aún conservan vestigios de estos instintos ancestrales relacionados con la búsqueda de alimentos. Este condicionamiento evolutivo orientado a almacenar energía ante posibles periodos de escasez puede manifestarse hoy en día en forma de ansiedad o comportamientos compulsivos relacionados con la comida. En un entorno moderno caracterizado por una abundancia sin precedentes de alimentos, estos mecanismos que alguna vez fueron esenciales para nuestra supervivencia pueden volverse contraproducentes, generando desafíos en nuestra relación cotidiana con la alimentación.
Si a esta tendencia natural le sumamos los aluviones de azúcar que invaden los ultraprocesados, la ausencia de granos completos en los cereales, los saborizantes, aromas, potenciadores del sabor artificiales, etc. de una industria alimentaria donde el objetivo es atraer, captar, vender y perpetuar lo máximo posible sus productos, generan un ciclo realmente dañino.
Este tipo de alimentos generan picos de glucosa que en su descenso nos hacen sentir hambrientos, como si fuéramos a desfallecer si no somos capaces de encontrar con urgencia la ingesta de comida necesaria para sobrevivir.
Todo esto no hace sino incrementar nuestro apego1 y aferramiento por la comida.
Hay una imagen de una de las fantásticas películas de animación de Miyazaki "El viaje de Chihiro"2, donde sus padres se ponen a comer en la barra de un bar. Al rato los padres ya no se acuerdan ni de su hija, y ésta cuando los encuentra se muestra aterrorizada al comprobar que se están convirtiendo en cerdos. Es una de las formas más impactantes de mostrar en que podemos convertirnos al dejarnos llevar por nuestros instintos primarios... creo que todos nos hemos visto en una situación parecida... sí, yo reconozco haberme visto reflejado en alguna ocasión...
[Imagen de la película "El viaje de Chihiro"]
Esta reflexión me lleva siempre a la certeza de que debemos salirnos de esa rueda de hámster donde tanto gustan en ponernos en uno y otro ámbito y recuperar las riendas de nuestra salud. En este caso de nuestra alimentación.
Se trata principalmente de establecer una relación con la comida diferente. Una en la que ésta no sea la que lleva las riendas. Una más acorde con los tiempos de abundancia en la que nos encontramos gran parte de la población mundial. Una en la que la alimentación nos lleve a la salud y no a la enfermedad.
Existe una herramienta útil que nos puede ayudar a tomar perspectiva de esta situación: el ayuno. Los ayunos están de moda actualmente, y reconozco que las modas no me atraen, pero realmente el ayuno está presente en muchas tradiciones espirituales desde tiempos ancestrales. No se trata de hacer practicas ascéticas destinadas a mortificarse, sino de, como aconsejaba el Buddha histórico, encontrar un camino medio entre la mortificación y la búsqueda del placer constante.
El ayuno también nos puede ayudar a cambiar nuestra relación con la comida, aprender a dar más valor al alimento, saborear más la comida y comer de forma más consciente.
Si tomamos el ayuno como un periodo de reflexión, encontraremos una forma maravillosa de descubrir una parte de nosotros enterrada bajo el anhelo constante.
Sobre el autor:

David Quiroga
Estudio, experimento y escribo, intentando siempre seguir este orden. Explorador del equilibrio entre el cuerpo físico, energético y espiritual, con años de experiencia en terapias tradicionales. Practicante de artes marciales y técnicas de meditación asiáticas, encuentro en la naturaleza y la montaña mi refugio e inspiración.